El invierno en Modradein era duro y despiadado, pocos eran los que se atrevían a coger los caminos de las montañas en la noche cuando las ventiscas perpetuas azotaban con una fuerza endemoniada, nada se podía ver ni oir, salvo el zumbido inagotable del viento blanco atravesando los pasos angostos.
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El contrato vinculante
Walter Fink miró de nuevo la tarjeta con las indicaciones, estaba en el lugar correcto. Aún se preguntaba por que había ido hasta allí, si sería algún tipo de broma de sus compañeros de trabajo, en cualquier caso, estaba decidido a averiguarlo.